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Columnas | Mi tercer apellido es "Necaxa"

Por Felipe Morales.
@ELFrancoDeLFuT
(Azteca Deportes)

Instalados en una nueva Final, los Rayos son el preludio de un trueno que tiene ecos de esperanza.


Ciudad de México.- Vivimos del recuerdo, porque es lo único que nos queda. Somos una especie en extinción, porque ya no somos de Primera. Decimos de broma que somos necaxistas, aunque ganen. Y nos volvemos a deprimir cuando no lo hacen.
Nos acostumbramos a sufrir.

"Eso es parte, es lo que conlleva la vida. En el futbol no es diferente, ese drama también ayuda a ir formando la afición por un equipo, no es lo ideal, no se lo deseo a nadie, estar sufriendo ni padeciendo, pero también es lo que te forma", explica Guillermo Cantú, el hombre que comanda el renacimiento rojiblanco de cara a un anhelado ascenso.

Aprendimos a entender la vida del futbol a partir de las burlas. Y nos acostumbramos a burlarnos de nosotros mismos antes que ellos. Así cualquier chiste habría sido anticipado y no dolería tanto; sólo así podríamos convivir con aquellas gastadas bromas que refieren a la escuálida cantidad de seguidores que desterraron de la capital de las taquillas a un equipo grande que se hizo chico...

Todavía retumba en el corazón aquel "¡Fuerza Rayos!" que colgaba de las bocinas de media cancha del Estadio Azteca; habrá sido el verano de 1988 cuando con una playera bien ajustadita conocí a los dos amores de mi vida: A ese gigante de pasto bien verde y a ese equipo de rayas en rojo y blanco que vencían 3-1 a Santos. Yo tenía seis años y un montón de ilusiones; hoy tengo 32 y un mundo de decepciones, que quieren canjearse por aspiraciones.

Porque siempre queremos que lo que fue sea. Y sea por siempre. Y cuando no es así nos enojamos. Y yo estaba enojado con el Necaxa, hasta que me sentí representado en la Final pasada ante Coras.


"Sería importantísimo para nosotros ascender, sobretodo por todo lo que ha sufrido la afición durante muchos años", ataja Cantú.

Me llamo Felipe Morales, pero mi tercer apellido es ese: "Necaxa". Cuando descendió me arrebataron hasta eso; perdí parte de mi identidad. Desde ese entonces sólo era un loco más yéndole a un equipo que no me iba...

La fidelidad está intacta. Todavía veo el escudo y suelto una sonrisa interna, porque me recuerda a una infancia feliz en la que mi padre y yo nos olvidamos del cumpleaños 14 de mi hermana Sofía, un 4 de junio de 1995, para festejar el primer campeonato de "mis" Rayos en el estadio.

Tremendo regalo para nosotros, en un domingo previo a mi examen de Geografía que habría de reprobar por no estudiar. Al día siguiente sólo veía la hoja con mapas llenos de los goles de Alex Aguinaga e Ivo Basay. Fue mi mejor examen, aunque no lo pasé.

Así crecí. Así morí cuando se fueron a otras tierras. Así, con todas mis banderas y mis museos de papel en forma de recortes tan llenos de titulares de periódicos que aludían al mejor equipo de toda la década de los 90. Así las portadas de periódicos enmarcadas y colgadas en mi cuarto se hicieron amarillas sin tener más alegrías.

Ser necaxista ni por asomo es tarea fácil. Pero vale toda la pena desde el momento que desde hace 24 años ha sido el motor de casi todas las charlas que tengo con mi padre, que es el autor intelectual de todo este actual sufrimiento.

Gracias, papá. Te debo eso. Gracias, Necaxa.

Ojalá te pueda ver otra vez en Primera. Juntos nos fuimos, juntos volvemos.

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